"Rezar en la desolación.Rezar en la luz. En la alegría y el dolor. Rezar cuando estás herido. Rezar cuando sanaste y no cambiar de Proveedor porque sólo Dios tiene todo lo que necesitas ".
Es un otoño de lluvias mansas y espaciadas. Por las noches, la luna derrama plata y el aire huele a albahacas y poleo.Son los olores de mi tierra salvajemente colorada.
Recuerdo entrecortadamente, en retazos, con mucho esfuerzo. Trato de retener las imágenes que se me presentan en una especie de cámara lenta, confusas ... Me llegan en oleadas, desde un lugar que ya no es el mío ni sé si alguna vez lo fue.Me gustaría aferrarme a algún recuerdo de la niñez, nítido, contundente.No lo encuentro. Busco sin norte ...
Yo era muy pequeña. Buenos Aires me fascinaba.Comía churros y panchos casi hasta reventar.Iba a la calesita, sacaba la sortija.Me llevaban a Plaza de Mayo, le daba de comer a las palomas, que abandonaban sus campanarios, remontaban vuelo y llegaban a buscar granos de mi mano.Ese placer infantil algunas veces regresa a mi memoria.
Hace poco leí "No hay más palomas en Plaza de Mayo.Huyeron despavoridas. Las asustaron las ruidosas marchas de protesta, los gritos, las arremetidas de la caballería y el sonar de los bombos ..."
Ahora nada es igual. La gente tiene miedo y el miedo se huele y contagia.Hombres y mujeres caminan con prisa y en su mirada hay desconfianza y pánico.De cualquier lugar y en cualquier momento puede llegar el ataque.
El miedo se ha vuelto psicosis... es un mal hábito ... no ayuda ...
Otra vez retazos ... Como un ramalazo cruza mi mente aquel pueblito de tierra salvajemente colorada, que huele a albahacas y poleo. Un nuevo otoño de lluvias mansas y de adioses se desliza sin prisas. La luna derrama plata pero han aparecido rejas en todas las puertas y ventanas. En puntillas se ha ido el sentido de la libertad.Se ha ido el sol ...
" Queda solamente aquello que nos duele ...
El recuerdo que queremos olvidar ...
El nombre que no deseamos pronunciar ...
El sueño que no debe despertar ..."
Ana Teresa Fabani.
Que profundidad para escribir, podía visualizarlo a medida que iba leyendo cada palabra. Es cierto que muchas palomas ya no están, pero no se han ido del todo... aguardan escondidas que vuelva a salir el sol y brille nuevamente con sus cálidos rayos que traigan la paz a la que estaban acostumbradas, a no tener miedo a esas personas que un día las alimentaban y hoy les arrojan piedras como si fuera una competencia. Sabes que es lo más triste que quienes arrojan las piedras son pequeños, niños que aprendieron que la crueldad ya es algo natural, eso es lo que me preocupa... no la indiferencia de los mayores, aunque en cierta forma es un mal ejemplo a seguir.
ResponderEliminarYo aún las veo, escondidas, pero no diré por donde porque quiero y deseo lo mismo que ellas paz y tranquilidad en mi querida Buenas Aires que hoy está más revolucionada que nunca.
Una anécdota pequeña: un trabajo importante para la escuela, como de los que se hacían antes... que uno investigaba me llevo a la biblioteca del Congreso, paseando por Plaza de Mayo con mis amigas habíamos logrado comprar unos panchos y cuando nos sentamos muy comodamente a comer, una pareja de palomas nos distrajo y de volada otras dos como en la mejor complicidad nos arrebataron las salchichas !!!, jajaja, como nos reímos ese día. Gracias por traer ese retazo a mi mente otra vez.
Qué preciosidad. Me emociono cada vez que te leo, es la pura verdad, de todas formas yo también pensé que en otoño no volverían las cosas a ser como "siempre" pero no es verdad, ahora, como decía Becker, volvieron las golondrinas ¡llega de nuevo la primavera! y aunque no tiene los colores majestuosos y elegantes del otoño, todo vuelve a su cauce. Sigo rezando y pronto volverán las palomitas... ¡cuánta belleza de corazón! (NaNa)
ResponderEliminarGracias a las dos. Son generosas en exceso para conmigo. No sé si lo merezco. Un beso de luz.
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