sábado, 13 de abril de 2013

EL CIERVO MARAVILLOSO.



Tal como el ave vuela de rama en rama, así también vuela de boca en boca la leyenda del origen del pueblo húngaro.
   ¡Escuchen, presten atención !
   Había una vez, muy lejos, hacia donde se pone el sol, un príncipe llamado Nimrod. Este príncipe poseía cien pastores, mil jinetes, gigantescos rebaños y tropillas.Pero no estaba orgulloso de sus riquezas, sino de sus dos hijos. El mayor : Hunor , el menor : Magyar. Ambos eran intrépidos y gallardos. Tenían ojos de águila y puños como rayos.
   Nimrod era un gran cazador y a cualquier parte donde fuese persiguiendo a su presa siempre iba con sus dos hijos. La reina  Eneh, su esposa le decía que esa obsesión de los niños por la cacería no iba a tener un final feliz.
   -Será como Dios quiera - contestaba el ya anciano príncipe.
   Muy pronto,los jóvenes comenzaron a ir de cacería sin su padre.
   Una vez estaban cazando  junto con su séquito.Cientos de aves se amontonaban atravesadas por sus flechas, e innumerables animales yacían derribados por sus lanzas.
   Cuando regresaban a su hogar, sorpresivamente apareció ante ellos un ciervo. Nunca habían visto uno semejante. Su pelaje era blanco como la nieve, sus ojos centelleaban como diamantes, y su ramificada ornamenta estaba trenzada como una corona.
   -¡No podemos irnos dejando algo tan maravilloso sin cazar !- exclamó Hunor.
   - Es mejor capturarlo con vida y llevarlo a casa para regalárselo a nuestra madre ! - le dijo Magyar.
   Los jóvenes y los cien guerreros se lanzaron tras aquel fantástico ciervo. Atravesaron zanjas, saltaron sobre matorrales, subieron montañas y bajaron montañas, pasaron entre espesuras y claros, a través de praderas y bosques. Siguieron sus huellas desde el alba hasta el anochecer, pero jamás pudieron alcanzarlo, porque el extraordinario animal , cada vez que eso estaba a punto de suceder, emprendía nuevamente su veloz carrera y desaparecía.
   Hasta que una de esas veces se hundió de pronto en una brumosa ciénaga y desapareció completamente de la vista de los hombres.
   Los dos hermanos recorrieron entonces los alrededores hasta que atravesaron la ciénaga y se internaron en un maravilloso paisaje. Una pradera de tierno y sedoso pasto, árboles con frutos dulces como la miel, manadas de venados en los bosques, arroyos que bullían de peces.
   - ¡Eh, hermano ! exclamó Hunor, y suspiró - ¡aquí me gustaría levantar mi tienda y vivir para siempre !
   - Se partiría el corazón de nuestros padres si ya no nos volvieran a ver - murmuró Magyar
   - ¡Pero sí nos verán ! - dijo Hunor, mientras hacía girar a su caballo - ¡ Volveremos  a nuestro hogar y pediremos la bendición de nuestros padres para habitar esta tierra !
   Los dos hermanos volvieron a su reino . El príncipe Nimrod aprobó sus deseos, pero la reina Eneh se lamentaba.
   - ¡Ay, hijos míos !¡qué será de los dos en ese lugar salvaje ! ¡Quién les hará de comer ! ¡quién lavará sus ropas !
   - Ya les enviará Dios a alguien para eso - la calmó el anciano príncipe.
   Y así fue. Cuando los hijos del príncipe retornaron a aquel paraje , seguidos por los cien guerreros, fueron recibidos con alegres melodías y dulces cantos que comenzaron a oír desde lejos. Al llegar advirtieron que eran las dos hijas de un príncipe vecino, el rey Dul , que se estaban divirtiendo, cada una con un cortejo de cincuenta hermosísimas jovencitas. Bailaban, jugaban a las escondidas, flotaban a la luz de la luna, como lirios mecidos por la brisa.
   Hunor y Magyar se miraron con sus jóvenes guerrerosº.
   - ¡Ahora sí tendremos quien nos cuide, quien nos dé de comer, quien lave nuestras ropas ! ¡habrá pronto muchas bodas y grandes festejos !
   Y así sucedió.Ellos galoparon impetuosamente hacia el grupo de ellas, y cada uno alzó a una de las muchachas sobre la grupa de su caballo, diciéndole:
   - yo seré tu señor, tú serás mi esposa ; sólo nos separará el pico y la pala que caven nuestras tumbas.
   Hunor y Magyar habían elegido a las dos bellas princesas. Y dividieron después el lugar entre ambos.La mitad que miraba al ocaso le correspondió a Hunor y al pueblo que nació de él: los hunos. La parte oriental fue para Magyar y sus hombres, y los descendientes de ellos y sus esposas fueron llamados los magyares, los húngaros.

                        Que esta bellísima leyenda
                        siga pasando de boca en boca
                            a través de los tiempos.

              Leyenda húngara . 
                    Recopilada por Ferenc Móra.

    Dedicada a María Jesús . HACIA LOS LIMITES DEL TIEMPO
Con todo mi corazón. María del Carmen.