miércoles, 5 de diciembre de 2012

EL COLLAR DE JADE ( cuento )

                           "Voy a vivir largamente
                              y mi vejez será contenta
                             porque mi estrella brilla también
                             cuando la noche está nublada  "

                                            ISABEL ALLENDE.

      ¡Han pasado tantos años ...! pero en estos días, previos a la Navidad, el aire está lleno de urgencias y de recuerdos. Sobrevuela el espíritu de la magia y es inevitable que uno mire atrás, con añoranza o con tristeza o con alegría ... se mezclan todas las sensaciones.
   ¡Y acá está mi collar de jade. Es la piedra preciosa y un simple cordoncito.




   Estaba escrito en las estrellas ...
   Un atardecer de verano, mientras caían tímidamente las primeras gotas de sombra, en una playa de ensueño, apareció la negra Justina, cobijada de su pasado. Iba a ser la reina indiscutida en el ajedrez de mi niñez. Era la negra más hermosa y más sabia que jamás se haya visto, con su cuerpo escultural, su piel de ébano  ¡esa piel que había acumulado tantos soles ...!
   Suele venírseme a la memoria su imagen , con su alma de flores, su voz de arrullos bendecidos, sus manos de canela, sus grandes aretes de oro. La veo pasar , llena de prisas, con su insolente energía, su delantal almidonado, sus voluptuosas caderas.
   Fascinada con sus cantos, como de gemidos largos, , cuyas notas caían de su boca de labios glotones yo la seguía por todos los rincones.
   Ella caminaba cantando, dale y dale ...
   Por las noches, Justina me atiborraba de cuentos. ¡Cuántas veces me dormí , arrullada por sus baladas africanas, escuchando sus cuentos inventados.!
   Me enseñó a escuchar el murmullo de los espíritus, a invocarlos para que me cuiden.
   Sus historias eran increíbles , trataban de sus hermanos de raza. Decía que llegaban de un país muy remoto, como esclavos, dentro de barriles, con grillos en los pies y los vendían en subastas públicas, exhibiéndolos en tarimas donde les revisaban la dentadura, como a los caballos. ¡Las cosas que se le ocurrían a la negra Justina ! me las contaba con palabras encendidas , sus ojos, dos carbones ardiendo. En esos momentos Justina olía a susto. Yo la escuchaba, estremecida por los golpes de mi propio corazón. Y fue ahí que mi imaginación empezó a llenarse de deseos.
   Justina dejó sellos en mí  que nunca desaparecerán. Me enseñó que cuando llegara el dolor "más adelante " siempre repetía, no tratara de escaparme de él porque era en vano. Que lo que debía hacer era domesticarlo para que no estorbe.
   Cuando Justina se durmió y la paz se hizo para siempre, mientras me contaba un cuento, puso en mis manos el collar de jade . La lloré más de la cuenta, hasta que la herida se hizo callo.


   Afuera, el viento gime y acerca ese olor a lluvia, a tierra mojada, que tanto me gusta.
   Desde la serenidad de la vejez, trato de atrapar algunos resquicios del pasado , darle forma a mis pensamientos pero ellos , como péndulos hipnotizantes , no me dejan ver con claridad , se meten dentro de mí, me arañan, gruñen, se agigantan pero al fin de cuentas nos hemos mimetizado y ya no quiero dejarlos ir ...