lunes, 21 de enero de 2013

EL REGALO.



                    ..." y verás que una noche la tristeza se irá sin avisar y así sabrás lo bello que es vivir ..."

                                  ( La vida es bella )

La campana de la capilla marca la hora de la misa dominical. Sopla un viento helado de otoño anticipando el invierno que estremece.
   En el interior, las mujeres consagradas a los ritos, arreglan las flores del altar, los manteles de lino blanco, exquisitamente bordados, limpian los copones de oro, reparten las hojas con los cantos impresos para la ceremonia religiosa, atentas a todos los movimientos, espantan a un perro callejero y pulgoso que entra, da una vuelta y se va a la orden de  ¡ fuera ...!  ¡ fuera ...!
   Se van acercando las mujeres enfiestadas y los hombres elegantes. No hay niños porque es la misa tempranera.
   Un niño desprotegido, que no puede con la vida llena de turbulencias que le ha tocado en suerte, está sentadito en el portal
es hermoso, moreno, de no más de siete añitos. Extiende su mano pidiendo monedas. Tiene el pelo con espesos rulos enmarañados y 
y resecos, su carita curtida por la intemperie y la miseria, unos enormes ojos negros aguados de tristeza, una mirada legañosa y lejana, sus ropas raídas, casi harapos y unos zapatos rotos que ya no sirven. En la mano izquierda, la que no pide, guarda un soldadito de juguete.
   Se diría que es invisible, la gente, en su mayoría, parece no verlo o no querer verlo y él es arisco , hosco de modales.
   Algunas personas ponen monedas o un billete en su manita oscura, desde lejos, para no contaminarse. Nada como la pobreza para ahuyentar hasta el último instante la cercanía.
   Ya casi nadie entra y el pequeño se pone a jugar con su soldado que pelea y se esconde ante el ruido de la metralla.
   Llega retrasada una joven preciosa, de finos rasgos, un lago turquesa en los ojos y la mirada limpia, bañada en luz.
   Se acerca al niño, que extiende su brazo en un hábito de siempre pero no le da nada. Pierde sus manos transparentes entre los rulos oscuros, acaricia con suma ternura la carita asombrada. Toma de su falda un paquete esmeradamente preparado con un moño azul. ¡Un regalo ...! un regimiento completo ... los ojos del niño son un himno inocente de alegría.
   La joven se aleja, entra en la capilla con el alma ligera, latiendo en un sueño de amor y de luz.
   Mientras, el niño acaricia los juguetes cuidadosamente, como si fueran a romperse. Cae de la caja un tarjetón. Dice :
   Pasé la noche pegando los parches de mi vida, puntada a puntada. Para terminar mi obra, me faltabas tú . 
   QUE JUEGUES MUCHO Y GANES TODAS TUS BATALLAS.