26 mayo 2013
EL DIAMANTE PERDIDO
Mi adorable amiga, María delCarmen Nazer, me ha mandado esta imagen que
reproduzco y me ha hecho el envite de hacer con ella un poema. Este es el
resultado, el mismo que le ofrezco y dedico con todo mi cariño.
Ella escuchó, como de un eco interior:
“¡Busca! ahí está...
El corazón tiene un oído opaco
que se deja guiar por impulsos derramados,
esos que circulan ciegamente
y obedecen a estímulos y no a razones.
Se había ataviado para el encuentro
y en la suerte había cifrado
lo que llevaba esperando...
lo que para ella significa toda su vida;
lo había perdido cuando una fieras garras
se lo arrancaron de sus manos amorosas
para ponerlo en custodia
por vaya usted a saber qué injustas culpas;
fue un revés de fortuna el que puso las cosas
como en el filo fronterizo de una navaja,
en el acero frío de una mala defensa
o de un vengativo ataque justiciero
de jergón, poco pan y barrotes.
Tuvo un pálpito; no, fue una premonición,
un presentimiento de que lo vería de nuevo
chapoteando en la ribera del río
—entre los juncos y las aneas—
como cuando era un niño y,
entre lo imposible y lo soñado,
lo vio escondido en el matorral como un furtivo;
caía la tarde, y su firmeza se cimbreó
como se arquea la caña de pescar
cuando pican el cebo y parece partirse.
Era un desconocido, desfigurado como un evadido;
lo abrazó, lo acercó a su vientre,
se acurrucó en él y tuvo la certeza
caligráfica que sólo sabe descifrar la sangre.
Nunca fue su talismán,
pero en el brillo de sus ojos podía leerse:
“era cierta la voz que me dijo”:
“¡Busca! ahí está...
Ahí está el diamante perdido.